El producto final de un proyecto audiovisual es la prueba que refleja la calidad y el trabajo bien hecho de cada uno de los pasos y los profesionales que han sido necesarios para llegar a ese punto.
Uno de esos pasos, que ocurre después de una grabación de varios días – semanas o meses –, determina la calidad del montaje y resulta lo que el espectador acaba percibiendo en gran parte, es la post-producción audiovisual.
Un flujo de trabajo
La post-producción audiovisual deriva de un work-flow, es decir, un flujo de trabajo previo a partir de varias actividades cada una de las cuales va aportando un valor determinado hasta obtener el producto final: un videoclip, una película, un cortometraje, un vídeo experimental, una presentación de producto…
Desde la creación del plan de producción, a la grabación y posteriormente la edición final, debemos estar atentos a cada uno de los pasos que debemos cumplir para que la siguiente etapa se ejecute de forma correcta y no tengan que resolverse temas complejos de una etapa anterior.
¿Qué tratamos en esta etapa?
Como hemos comentado, es una fase decisiva ya que aporta el toque necesario para que el resultado final de la producción sea óptimo. ¿Cuántas veces hemos acabado calificando una película negativamente por su montaje o sus efectos?
Dentro del desarrollo de la post-producción hay un trabajo detrás que debe efectuarse con detalle y precisión para conseguir un efecto concreto.
Integración de imagen real y sintética
Una imagen sintética es aquella que está configurada mediante ceros y unos y algoritmos informáticos (es decir, no han sido manufacturadas sino creadas por ordenador) y que sobretodo en la actualidad, presentan una iconicidad y realidad tan verosímil que pueden resultar reales a ojos del espectador. Los personajes creados en 3D serían un ejemplo.
En este sentido, para que la calidad del montaje sea la esperada, una buena integración de la imagen real con la imagen sintética debe resultar prácticamente imperceptible – a menos que el objetivo sea el contrario – para que dos personajes de “orígenes” distintos (real y sintético) puedan interactuar en la pantalla de forma creíble.
De la misma forma que las imágenes sintéticas, los fondos sintéticos suponen una buena solución para crear la escenografía y el espacio de una producción audiovisual. Con la creación de estos fondos digitales podemos diseñar nuevos mundos, re-diseñarlos o hacer real la ficción de un guion. Incluso, nos ayudan a ahorrar costes en producciones audiovisuales, cuando es mucho más rentable crear desde el ordenador un espacio existente, antes que implicar a todo un equipo para ir a ese lugar concreto.
Retoques de color
Otra manera de unificar todos los elementos que conforman la producción o de aportarle un toque de estilo son los retoques de color.
Podemos jugar con la iluminación, las sombras, el contraste, la exposición…, para crear un ambiente intencionado o darle una temperatura concreta. Si queremos hacer énfasis en la frialdad de una imagen, podemos añadirle colores más fríos e incrementar el contraste para remarcar las facciones de un personaje.
Más allá del color, la textura también es un efecto importante ya que, si lo utilizamos de forma extrema puede resultar un estímulo visual que despierte nuestros sentidos. La texturización, además, nos permite modificar o corregir capas para darle más énfasis a una determinada imagen: una piel arrugada, una pared agrietada o un cielo apocalíptico.
Dentro de esta fase, también se encuentran otro tipo de ediciones como la musicalización y la inclusión de títulos y créditos.
La importancia del técnico especialista
Sin duda, la fase de post-producción implica un alto conocimiento y técnicas audiovisuales que justifican la necesidad de un buen técnico profesional.
Queremos que el resultado final sea el mejor posible y, para ello, debemos contar con un experto ágil en este tipo de ediciones, además de tener una mente creativa que nos aporte mayor valor añadido a la producción final y sepa cómo expresar una frase del guion en una imagen de dos segundos.