Estamos en verano, época donde todos nos echamos a la calle a disfrutar de las buenas temperaturas y de las posibilidades de ocio que en ella se despliegan. Entre ellas, una de las que más triunfa son los cines de verano.
De junio a septiembre son muchos y variados los cines de verano que se pueden disfrutar a lo largo de toda la geografía: desde los municipales, que aprovechan lugares emblemáticos de la ciudad como salas improvisadas de cine, iniciativas privadas que aprovechan patios o estancias al aire libre para sus pases, hasta las propuestas vecinales, que se bastan de calles y rincones públicos de barrio para con varias sillas y mucha ilusión compartir momentos cinéfilos.
El combo proyector-pantalla-sonido para alcanzar a todos los públicos
Un cine de verano es cine porque reproduce las sensaciones que se producirían en la sala pese a encontrarse al aire libre, sin la protección de la acústica y los reflejos que proporcionan cuatro paredes. ¿Cómo lo consiguen para que ante una audiencia mayor de la que se podría abarcar en una sala en la mayoría de casos, hasta los de la última fila no pierdan detalle de definición ni de sonido?
La respuesta está en la elección de un buen equipo de sonido y una pantalla de proyección acorde al tamaño necesario para el espacio elegido. Obviamente un cine de verano que abarque la extensión de medio campo de futbol, necesitará una pantalla jumbo acorde a este tamaño y el acondicionamiento adecuado para una audiencia muy numerosa más allá de los 1.000-2.000 espectadores que tiene una sala media de cine de gran tamaño.
«La extensión destinada para instalar el cine de verano es importante para saber la distancia desde la pantalla hasta el último expectador, y acorde a esta medida se determinará la intensidad de cada elemento audiovisual»
Pero sobre todo, lo que garantiza el éxito de una buena sesión cinematográfica al aire libre es la amplia oferta de proyectores, que abarcan desde los óptimos para proyectar en pequeñas salas y auditorios, hasta los que bien podrían cubrir las necesidades del estadio antes mencionado.
Por ello, lo más importante es saber cómo elegir el mejor proyector para tu evento audiovisual, y a partir de ahí, adecuar el resto de necesidades.
En los ANSI Lm está la clave
Si nos fijamos en las características de un buen proyector, encontraremos una guía numérica denominada ANSI Lm. Aunque no nos debemos llevar a error, se trata de dos conceptos diferentes:
Por una parte tenemos ANSI, que son las siglas del American National Standards Institute, un organismo que se encarga de certificar que una determinada medición -por ejemplo, en este caso la medición de la intensidad luminosa de un aparato- es correcta. Un certificado de garantía y calidad imprescindible cuando hablamos de posibles subjetividades como el rango lumínico.
Por otra parte tenemos Lm, abreviación de Lumen, la unidad que se utiliza para medir la fuerza del flujo luminoso, es decir, la intensidad con la que una lámpara, linterna, proyector o dispositivo similar puede iluminar un espacio o superficie.
¿Cuántos ANSI Lm necesito?
A partir de los 200-400 ANSI Lm ya hablamos de proyectores audiovisuales de calidad, aunque para un ámbito reducido como podría ser una sala, por lo que no es lo adecuado para exteriores ya que se puede ver comprometida la definición ante destellos, brillos y otras circunstancias del entorno.
Para exteriores y más concretamente un cine de verano, a partir de los 15.000 ANSI Lm podríamos solventar las necesidades de un cine de barrio y en torno a los 30.000-40.000 las de un auditorio y formatos panorámicos. A partir de aquí ya hablamos de calidades propias para macroeventos y que se adaptan a circunstancias como las de proyectar en superficies en relieve.
Si nos faltase potencia lumínica por tener una iluminación, natural o artificial que no podemos controlar y que molestase a la proyección se puede recurrir al uso de dos proyectores que se solapan con la misma imagen. Es lo que conocemos como una proyección DUAL. De esta forma se puede doblar la potencia lumínica y así mejorar la visibilidad en condiciones adversas.